Atisbando el infinito
(Poesía dedicada a Ricardo Vicente Sayago)
Ahí estás, con tu alcancía de sueños
tejiendo ilusiones.
De pronto se inquietaron los espejos
y entras por un laberinto de voces apagadas.
Ángeles rojos te mecen suavemente
para que no te amedrente
el mar de lágrimas, que vas dejando.
La muerte, último asombro de niño
de ojos de estrella y un pájaro en el hombro.
Cautivo de horizontes,
te pusiste a navegar eternidades,
hermano, pasajero de la vida.
¿Por qué te fuiste primero, adelantado nuestro?
No habrás podido resistir
este insoportable desamparo que es la vida.
Tu eras un niño y te acunaba en mis brazos,
mecía tu cuna, calmaba tu llanto,
entonces no sabía que iba a llorarte tanto.
Tanto como los pájaros,
y esa muchedumbre de azahares y poleos
que aroman tu reposo.
Ahora que te quedas en la hondura de la noche,
desde tu corazón bondadoso
florecerá la tierra blandamente
y nutrirás con tus huesos
la raíz de nuestros ancestros,
esos que silenciosos,
se fueron por la sombra de quebrachos.
¡Y serás torcaza!
Y habrás de seguir cantando
con tu voz de coyuyo,
como siempre, hermano.
¡Huáuckey! ¡Huauckecítuy!*
10-04-04
*Hermano, mi hermanito
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