sábado, 6 de febrero de 2010

Ella

Ella acaricia la tierra cuando inti
con su furia reseca la corteza,
y cuando llueve, el monte levanta
su cabellera y agradece, feliz.
Ella susurrante de azahares, llega
cuando octubre comienza a quemar
y es vidala que enamora al pasar,
por el surco fresco, fecundándolo.
Ella me baña sanadora mientras
blanquea los huesos y la escarcha,
y desparrama cascadas de perlas,
en las tibias madrugadas de enero.

Ella vibrante y cantarina abraza
a la gente, a la plaza y al árbol,
al frágil niño que corre y corre feliz,
de charco en charco bajo su tibio tul.
Ella, huidiza y riente, diamantina
y musical, recuerda al caminante:
si no me has de beber, déjame correr,
soy la vida misma, génesis y fin.
Fernández, 2008-01-14

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